Dentro
del marco del Concilio Vaticano II y del último Documento de Aparecida,
redactado por todos los Obispos de América Latina y el Caribe (CELAM), nos
señalan claramente el camino que debemos
seguir activamente todos aquellos que de alguna manera no llamamos Iglesia de
Cristo.
En
este sentido y en concordancia con los nuevos tiempos el Papa Juan Pablo II se
refería mucho al tema de la Nueva
Evangelización, cuya línea de trabajo ha sido continuada indesmayablemente
por nuestro actual Sumo Pontífice Benedicto XVI.
Esta
inmensa tarea en pleno siglo XXI nos compromete a todos los miembros de la
Iglesia a ser llamados a participar activamente como Discípulos y Misioneros de Cristo (Mt. 4, 19).
El
Santo Padre manifiesta en este contexto, que necesitamos de una misión evangelizadora que convoque a
todas las fuerzas vivas de la Iglesia; y en este esfuerzo evangelizador la
comunidad eclesial se destaca por las iniciativas de enviar sus misioneros:
laicos y religiosos buscando dialogar con todos en espíritu de comprensión y de
delicada caridad.(DA 550).
La
V Conferencia General de Aparecida ha optado con toda razón, por la gran misión de carácter permanente, recordando el mandato del
Señor de ir y hacer discípulos (Mt.
28, 19).
No
podemos quedarnos estancados en siglos pasados donde el impulso misionero de la Iglesia fue asumido solo por
las grandes Ordenes y Congregaciones
religiosas con este carisma.
No
podemos quedarnos en espera pasiva en nuestras Parroquias, sino que los
Obispos(como los primeros responsables), los continuadores de la misión de los
Apóstoles; los sacerdotes, religiosos, seminaristas y laicos, recordemos el
texto del Evangelio de Lucas 10, 1: “Designó el Señor a otros 72 y
los envió…”.
En
estos tiempos difíciles y desafiantes el Continente de la Esperanza como llamaba
Juan Pablo II a América Latina, se siente amenazado por el avance estrepitoso y
alarmante de las sectas; y el secularismo religioso ha tenido efectos lamentables ya en el Primer
Mundo.
Las
personas más vulnerables al proselitismo agresivo de las sectas son
generalmente los bautizados no suficientemente evangelizados, fácilmente
influenciables porque poseen un fe raquítica y esto porque se descuidó de
alguna manera lo que Jesús nos dice en las Sagradas Escrituras: “Jesús se
acercó a ellos y les dijo: Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan pues a las gentes
y háganlas mis discípulos, bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes.
Por mi parte, Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. (Mt.
28, 18 – 20).
De tal manera que el
Bautismo debe ir de la mano con una permanente
Evangelización.
Evangelización.
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