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lunes, 27 de agosto de 2012

VIO Y CREYÓ



Los apóstoles y los primeros discípulos “vieron” y “creyeron”. 
No inventaron nada. Jesús resucitó de veras. Esta es la fe de la Iglesia y ésta es nuestra fe.

Por el padre Flaviano Amatulli Valente, fmap

Base de nuestra fe








Según San Pablo, “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana es nuestra fe” (1Cor 15,14). Por eso los enemigos trataron de ocultar este hecho de la resurrección de Jesús, hablando de robo: “Digan que sus discípulos vinieron de noche y robaron su cuerpo, mientras nosotros estábamos dormidos” (Mt 28,13). ¡Qué testigos interesantes! Mientras estaban dormidos, vieron que los discípulos de Jesús se llevaron su cuerpo.
Por otro lado, María Magdalena grita a pleno plumón: “He visto al Señor” (Jn 20,18). Lo mismo repiten los discípulos: “Hemos visto al Señor” (Jn 20,24). Hasta Santo Tomás, el incrédulo, se rinde, al tener una experiencia personal con el Resucitado (Jn 20,29).


Resurrección real

De todos modos, los ciegos y dormidos siguen gritando como siempre: “No es cierto. Jesús no resucitó de veras. Se trata de una resurrección “espiritual”. Sus discípulos al percibir su presencia “espiritual” entre ellos, inventaron sus relatos de las apariciones de Jesús, como medio para afianzar más esta convicción entre todos”.
Según ellos, es posible que algún día podamos encontrar en algún lugar el cuerpo de Jesús o por lo menos su esqueleto. Charles Taze Russel, fundador de los testigos de Jehová, escribió: “El cuerpo humano del Señor, fue quitado de la tumba por el poder de Dios” (El arpa de Dios, p. 169); “Si se disolvió en gases o si todavía se halla preservado en algún lugar… nadie lo sabe” (Estudios de las Sagradas Escrituras, p. 120). Y su sucesor Rutherford, añadió que tal vez “El Señor lo haya preservado en algún lugar para exhibirlo al mundo durante la edad milenaria” (El arpa de Dios, p. 170).
Pues bien, nosotros no estamos de acuerdo con esa manera de pensar. Nosotros creemos firmemente que Jesús resucitó de veras, es decir que su cuerpo recobró la vida y con este mismo cuerpo de antes, ya transformado, Jesús se presentó a sus discípulos, vive y seguirá viviendo por toda la eternidad. Esta es la fe que nos viene desde un principio, en esto creemos y creeremos para siempre. Para nosotros, todo lo demás es puro cuento, sin ningún fundamento ni en la Biblia ni en la Tradición de la Iglesia, que nos hablan claramente de la resurrección «física» de Jesús.


Vio y creyó

Además de esto, ¿en qué nos basamos para estar tan seguros de que Jesús resucitó de veras con el cuerpo que tenía antes y que sus apariciones fueron reales y no tuvieron nada que ver con algún fantasma? (Lc 24,39). En la experiencia de San Juan, que “vio y creyó” (Jn 20,9). ¿Y qué fue lo que vio San Juan que de inmediato lo hizo creer en la resurrección de Jesús? ¿Acaso con él no estaba también San Pedro? ¿Por qué, entonces, no pasó lo mismo con San Pedro, que “vio” el sepulcro vacío y siguió “sin creer”en la resurreción de Jesús?

Los lienzos y el sudario

Aquí está la clave: la posición de los lienzos y el sudario. San Juan sabía cómo habían dejado el cuerpo de Jesús, envueltos en los lienzos y con el sudario sobre la cabeza. Ahora bien, San Juan encuentra los lienzos intactos, como cuando estaban envolviendo el cuerpo de Jesús, con la diferencia que se ven como aflojados al desaparecer el cuerpo que contenían. Lo mismo observa con relación al sudario, que se encuentra en el mismo lugar, un poco levantado por el efecto de la sangre que lo había algo endurecido.
Al ver esto, San Juan creyó “pues hasta entonces no había comprendido que según las Escrituras Jesús debía resucitar de entre los muertos” (Jn 20,9). Como se puede notar, San Juan relaciona la resurrección de Jesús con su cuerpo físico, no con una confianza ciega en algo que Jesús había anunciado anteriormente o él mismo había encontrado en las Escrituras.
¿Y por qué San Juan “creyó” en la resurrección de Jesús, íntimamente relacionada con la desaparición de su cuerpo? Porque se dio cuenta de que, estando así los lienzos y el sudario, era imposible que alguien se hubiera “robado” el cuerpo de Jesús sin soltar las vendas ni mover nada. Conclusión: Jesús había resucitado como lo había anunciado.


Un hecho histórico

Así que San Juan creyó porque vio, no porque recordó el anuncio hecho anteriormente por Jesús (Lc 9,22) o por el conocimiento de las Escrituras (Jn 20,9). Lo mismo que pasó con Santo Tomás y los demás discípulos, que primero “vieron” y después “creyeron”.
Estando así las cosas, la fe de los primeros cristianos en Jesús resucitado tuvo como base un hecho histórico: la resurrección de Jesús en la carne y no una confianza ciega en las palabras de Jesús o en las profecías.
Algo diferente de lo que pasa con nosotros. Nosotros creemos en Jesús resucitado porque ésta es la fe de la Iglesia fundada por Él, basada en las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento, la Tradición y el Magisterio. Para nosotros son plenamente válidas aquellas palabras de Jesús: “Dichosos los que creen sin haber visto” (Jn 20,29).


Problema de traducción

¿Y por qué tanta confusión acerca de un problema tan importante para nuestra fe? Por la dificultad de traducir correctamente el texto griego que se refiere a la posición de los lienzos y el sudario (Jn 20,5-7). Un problema bastante complicado, cuya solución implica un amplio conocimiento de la lengua griega y las costumbres funerarias de aquel tiempo.
Si alguien quiere lanzarse a esta tarea, adelante. En la revista “30 Días” encontrará una buena base para hacerlo (cf. Valente Gianni, Don Antonio y los primeros indicios de la resurrección, 30 Días, pp. 16-19). ¡Enhorabuena!

Bibliografía recomendada:
Persili, Antonio, Sulle tracce del Cristo Risorto. Con Pietro e Giovanni testimoni oculari, Edizioni Centro Poligrafico Romano, Tivoli 1988.
Heinrich Schlier, Sobre la resurrección de Jesucristo, editado por 30Giorni

sábado, 25 de agosto de 2012

NUEVE PRUEBAS DE QUE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA NO TUVO MÁS HIJOS



Por el Hno. Pedro Beltrán Sánchez
y el P. Jorge Luis Zarazúa Campa, fmap


La mayor parte de los grupos no católicos atacan mucho a la Virgen María principalmente negando su perpetua virginidad; esto es, aunque aceptan su virginidad antes del parto, niegan su virginidad en el parto y después del parto, señalando especialmente que nuestra Señora tuvo más hijos aparte de Jesús. Varios de los textos bíblicos que ellos utilizan para tener estas ideas son Mt 13,46-47 y Mc 3,31 donde se dice “Tus hermanos” o donde, según la interpretación no católica, hasta vienen los nombres de los hermanos carnales de Jesús: “José, Santiago, Judas y Simón” (Mt 13,56; Mc 6,3).
Ante esto, vamos a señalar nueve pruebas por las cuales los católicos decimos que María es siempre virgen. Ojalá que después de estas nueve pruebas no me digan como un pastor pentecostal: “¿Y para que me sirve la virginidad de María?” La respuesta sería: “¿Y para que te sirve hablar mal de ella?” ¡Ten cuidado! El diablo es el padre de la mentira. No sea que en vez de servir a Dios estés sirviendo al diablo con tus mentiras.

Aquí están, pues, las nueve pruebas de la virginidad de María:

1.- En la Biblia, la palabra hermano tiene distintos significados: tío, sobrino, paisano, esposo, etc. Por ejemplo, en Gn 13,8 vemos que Abraham dice a Lot que son “hermanos”, pero en Gn 11,27 y Gn 12, 5 se ve claramente que Abraham es tío de Lot; son, por tanto, tío y sobrino, sin embargo se dicen “hermanos”. Por lo tanto, no podemos tomar la palabra “hermano” en la Biblia pensando que se refiere siempre a los “hermanos carnales”. Por lo demás, hay varios modismos utilizados por el pueblo de Dios para referirse a los hermanos carnales, como puede verse en Cantar de los Cantares 1, 6, donde la Sulamita dice emotivamente: “No se fijen en que estoy morena, el sol fue el que me tostó. Los hijos de mi madre, enojados contra mí, me pusieron a cuidar las viñas”. En el Salmo 50, 20, el escritor sagrado utiliza las dos expresiones: “hermano”, cuyo significado es más amplio y “hijo de tu madre”, que es más específico: “Si te sientas, hablas mal de tu hermano, deshonras al hijo de tu madre”.

2.- De los famosos hermanos de Jesús mencionados en Mc 6,3 que son José, Santiago, Judas y Simón; vamos a ver si su padre es José y si María es su madre. Por ejemplo, con relación a Santiago, en Mt 10,3 vemos que su padre es Alfeo=Cleofás. Entonces no es hijo de san José.
Sobre la madre de Santiago y José vemos en la Biblia que se trata de una mujer llamada María (Mt 27,56; Mc 15,40) pero la misma Biblia aclara que es distinta a la madre de Jesús: “Junto a la cruz de Jesús estaba su madre y la hermana de su madre, María esposa de Cleofás y la madre de los hijos de Zebedeo” (Jn 19,25); por lo tanto, lo más seguro es que la madre de los “hermanos de Jesús” sea pariente (prima) de la Virgen María y los así llamados “hermanos de Jesús” sean, en realidad, parientes (primos) de Jesús.

3.- Si María tenía más hijos, ¿por qué Jesús se la encarga a un extraño (Jn 19,25-27)? La verdad es que la virgen María no tenía más hijos, por eso Jesús, para que su madre no se quedara sola, la entrega al discípulo amado.

4.- En Lc 2,41ss vemos que se habla de la familia de Nazaret: Jesús, María y José; aquí no se habla de otros hijos, por lo tanto no los hay.

5.- En Mc 6 se dice “el hijo de María” no “uno de los hijos de María”; siempre es singular la relación de Jesús con María.

6.- En el esquema bíblico, cada vez que Dios anuncia mediante un ángel a una mujer que concebirá y dará a luz “un hijo”, sólo tiene uno. Por ejemplo: Dios anuncia a Abraham que su mujer, Sara, dará a luz un hijo; pues bien, Isaac es el hijo único concebido y dado a luz por Sara. También pasa lo mismo con la madre de Sansón (Jue 13,3). Otro caso es la esposa de Zacarías (santa Isabel), la cual sólo tuvo un hijo: san Juan Bautista (Lc 1,3). En el caso de María, también se le profetiza que “dará a luz un hijo”; entonces sólo dio luz un hijo, por lo que tampoco en el caso de la santísima Virgen María se rompe el esquema bíblico.

7.- La profecía de Isaías 7,14 dice que “la Virgen concebirá”. La manera en que la gente reconocerá que Jesús es el mesías, es mediante su madre. Si la madre de Jesús tiene más hijos y por lo tanto no es virgen, la señal se pierde. Puesto que los apóstoles reconocieron que Jesús es el mesías y conocían a su madre, podemos concluir en lo que la Iglesia siempre ha creído: la perpetua virginidad de María.

8.- La Biblia dice: “hermanos de Jesús” no dice “hijos de María”. No hay ningún texto en la Biblia que diga “hermanos de Jesús, hijos de María”. Revise la prueba número 1.

9.- Durante los primeros cuatro siglos en la historia de nuestra Iglesia, nadie formuló la idea de que los “hermanos de Jesús” eran sus hermanos carnales. El primero fue Elvidio, hacia el año 380 d. C., y san Jerónimo le respondió rápidamente.



LISTOS PARA LA GRAN MISIÓN PARTE II


II PARTE  ESPIRITUALIDAD MISIONERA

Si ser misionero no es cualquier cosa, sino que
exige un carisma propio, que se vuelve en un
servicio específico a la comunidad cristiana, nos
preguntamos: “¿Cuál tiene que ser su
espiritualidad, es decir, su manera propia de
alcanzar la santidad?” La Palabra de Dios nos
da la respuesta.


Capítulo 1

LA ENSEÑANZA DE JESÚS

No hay que confundir la Misión con el turismo (Lc
9,57), la actividad asistencial o la promoción humana
(Lc 9, 60-61). En realidad, la Misión tiene que ver
directamente con Jesús y su enseñanza.
Pues bien, ¿qué nos dice el Evangelio con relación
a la Misión? Veamos cómo Jesús fue preparando y
entrenando a los 12 apóstoles y los 72 discípulos (Mt
10, 1-42; Lc 10,1-12.16-24).

1.- Elegidos (Mt 10, 1.5; Lc 10, 1).
No todos son aptos para la Misión. Se trata de un
carisma especial, que se vuelve en un servicio específico
dentro de la Iglesia. Los pastores de la Iglesia tienen
que estar en el primer lugar. No se vale la praxis actual
de descargar exclusivamente sobre los laicos una
responsabilidad de tanta importancia.

2.- Enviados (Mt 10, 5; Lc 10, 1).
No basta la teoría. Se necesita la práctica,
empezando por lo más fácil (Mt 10, 6: ovejas
descarriadas) para estar listos cuando serán enviados
a predicar el Evangelio por todo el mundo (Mt 28,19;
Mc 16, 15). Es allí donde se miden las fuerzas y se
aclaran las intenciones. El soldado se ve en el campo
de batalla, no en el cuartel o el desfile.

3.- Instrucciones específicas (Mt,10, 5ss; Lc 10, 2ss).
Ser misionero no es lo mismo que ser acólito,
catequista o encargado de distribuir la comunión a los
enfermos. Es algo especial y por lo tanto precisa de
una mística especial y un entrenamiento especial.


4.- Corderos entre lobos (Mt10, 16; Lc 10, 3).
Se trata de una tarea difícil, en cuyo desempeño
podrá haber todo tipo de reacciones, con humillaciones,
rechazos y hasta verdaderas persecuciones (Mt 10,
14.17ss; Lc 10, 10ss). No se trata de un paseo o una
fiesta.
Hoy en día, pensemos en la presencia de los grupos
proselitistas y el espíritu mundano, que está permeando
todos los ambientes, hasta muchos ambientes
eclesiales. Pues bien, el misionero tiene que estar
preparado en todos los aspectos para enfrentar esta
realidad, siendo “sencillo como paloma y prudente
como serpiente” (Mt 10, 16), es decir, transparente en
sus intenciones y perspicaz para descubrir a tiempo
las trampas, las mañas y artimañas de los enemigos
de nuestra fe y no dejarse atrapar en sus redes.
En este sentido, no se valen la superficialidad, el
falso irenismo o el engaño, presentando la misión como
algo fácil y abierto para todos. Se oye decir:
- ¿Para qué calentarse tanto la cabeza? Es suficiente
hablar del amor de Dios, hacer el censo e invitar a
la gente a ir a misa.
- Y si nos atacan con el tema de las imágenes, el
bautismo de los niños, la trinidad y tantas otras
cosas más, ¿qué hacemos?
- No les hagan caso.
Es fácil decir: “No les hagan caso”. La experiencia
enseña que el misionero improvisado, sin una idea clara
acerca de lo que implica su papel y sin una preparación
específica al respecto, ante esta realidad, se confunde,
se enreda y se retira amargado. Y la misión naufraga.
¿Por qué, entonces, no hacer el esfuerzo por hacer
bien las cosas, a la luz de la Palabra de Dios y el ejemplo
de los primeros misioneros?


5.- Confianza en Dios.
No en el dinero (Mt 10, 9-10; Lc 10, 4), el propio
prestigio o las amistades. Cuando, con miras a llamar
la atención de la gente y ser escuchado, el misionero
siente la necesidad de repartir ropa o comida, entonces
las cosas empiezan a ponerse mal, poniendo en riesgo
el éxito de la misma misión al no tomar en cuenta las
precisas instrucciones del Maestro al respecto.

6.- Sinceridad y entrega.
El misionero va a lo que va, evitando cualquier
tipo de distracción. En este sentido tiene que ser vista
la recomendación de Jesús a no detenerse por el camino
para saludar o visitar a gente conocida (Lc 10, 4) o a
no buscar comodidades (Mt 10 11; Lc 10, 7-8).

7.- Poderes especiales.
Con la llegada de sus “enviados”, el mismo Cristo
se hace presente en su pueblo. Para los que aceptan
el mensaje, empieza una nueva etapa de su vida,
experimentando una paz que puede venir solamente
de Dios (Mt 10 12; Lc 10, 5-6) y siendo testigos de un
proceso de transformación total, que representa el sello
inconfundible de la intervención divina (Mt 10, 8; Lc
10, 9).
Pues bien, aquí está lo específico de nuestra
misión, como “enviados” de parte de Cristo: provocar
un cambio en el individuo y en la sociedad, sintiéndonos
portadores de un poder que viene de lo alto. Baste
recordar la experiencia de los primeras comunidades
cristianas: “No tengo ni oro ni plata; lo que tengo te lo
doy: en el nombre de Jesús, el Nazareno, camina” (Hech
3, 7).
¿Cómo la ves? ¿Muy difícil? En este caso, mejor
no te metas en este lío. En realidad, no se puedetrabajar en las cosas de Dios, usando criterios y medios
puramente humanos, como si se tratara de un asunto
cualquiera. Si el misionero trabaja en las cosas de Dios,
su éxito tiene que depender esencialmente en la
intervención de Dios en todo lo que haga.

8.- Nadie les podrá hacer daño (Lc 10, 19).
Ser misionero significa dar continuidad a la acción
de Cristo, que consiste en enfrentarse directamente a
Satanás (Lc 10, 18) para deshacer sus obras (1Jn 3,
8). Si el misionero está consciente de esto, nunca se
detendrá ante la oposición de Satanás y sus seguidores,
seguro de que, hagan lo que hagan, nunca lograrán
detener o estropear el plan de Dios.

9.- Sus nombres están escritos en los cielos (Lc 10, 20).
Es lo máximo que puede desear un discípulo de
Cristo. Asegurado esto, ¿qué más quieres para decidirte,
hoy mismo, a volverte en su misionero?



LISTOS PARA LA GRAN MISION PARTE I


Capítulo 2

UN PASO MÁS

Hay cuatro niveles de acercamiento a Dios y
pertenencia a la Iglesia de Cristo:

1.- Religiosidad popular.
Una fe no ilustrada, la fe del carbonero; una mezcla
entre creencias y prácticas heredadas, sin
discernimiento alguno; verdades y errores, valores y
antivalores; la misma religiosidad natural con un barniz
cristiano. Algo extremadamente débil, sin soporte
alguno ante cualquier tipo de cuestionamiento,
amenaza o peligro. El maná de los grupos proselitistas.

2.- Fe en Cristo.
Representa un nivel superior con relación a la
religiosidad popular, un paso en adelante que se da a
la luz de la Palabra de Dios y teniendo a Cristo como
centro de la propia fe. Una fe ilustrada.

3.- Práctica de la vida cristiana.
Algo más: no solamente teoría, sino teoría y
práctica, conocimiento y acción; vivencia de los
postulados de la fe, en la línea del Cuerpo Místico de
Cristo (Rom 12, 4-8; 1Cor 12, 12-30), en una actitud
de dar y recibir. Los carismas en acción. Discipulado.

4.- Misión.
Consiste en ver más allá del restringido grupo de
los discípulos de Cristo, preocupándose de los alejados
(Mt 10, 6: ovejas descarriadas) o de los que se
encuentran totalmente al margen de la fe cristiana (Mt
28, 19; Mc 16, 15: toda creatura).
41


Su carisma consiste en ser sensibles ante las
necesidades espirituales de los hermanos y la capacidad
de ayudarlos a dar un paso en adelante hacia su plena
realización en Cristo y su Iglesia, pasando, según el
caso, de simples religiosos a creyentes en Cristo, de
simples creyentes en Cristo a practicantes y de simples
practicantes a misioneros.
Es el don número uno en la Iglesia (1Cor 12, 28).
Faltando este don o tergiversándolo, la Iglesia
languidece.
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CREDO








LISTOS PARA LA GRAN MISIÓN - PARTE I

Por el  P. Flaviano Amatulli Valente, fmap

PRIMERA PARTE


 CAPÍTULO 1: DINAMIZAR LA IGLESIA



¿Qué representa una Misión para una comunidad
cristiana? Una oportunidad para “despertar” de la
inercia, la rutina o el sueño. La comunidad toma
consciencia de su ser y quehacer como Iglesia, mide
sus fuerzas y se lanza a la acción para hacer realidad
el sueño de Cristo al fundar su Iglesia (Mt 28, 19).
Y aquí pronto se presenta la primera grande
dificultad: los capitanes no tienen experiencia al
respecto. Conocen la teoría de la misión y muchos
cuentan hasta con títulos académicos en misionología,
pero carecen de práctica; son expertos en preparar
documentos teológicamente perfectos acerca de la
misión, pero desconocen las estrategias concretas para
alcanzar la meta. Parece que digan: “Tomemos las
armas y vayan a pelear”. Y los soldados se confunden,
se enredan y se acomplejan.
Desde un principio se pretende detallar todo el
camino a recorrer. Hojas y hojas de conceptos y planes
totalmente imaginarios, como si se tratara de un guión
para telenovela. Y la realidad se resiste. Y llega el
desaliento y el fracaso. Una historia muchas veces
repetida.
Primer punto: la misión no es un cuento o una
novela. La misión es lo más sagrado que tenemos,
algo que ahonda sus raíces en la esencia misma de la
Iglesia. Baste recordar el mandato de Cristo: “Vayan
por todo el mundo y prediquen mi Evangelio a toda
creatura” (Mc 16, 15); “Vayan y hagan que todos los
pueblos sean mis discípulos” (Mt 28, 19).

“Vayan”, dijo Jesús. No dijo: “Hablen de la Misión”.
La Misión no es literatura pura o tratado de teología.
Es acción, práctica y entrenamiento. Y
desgraciadamente en este asunto los comandantes no
cuentan con la experiencia necesaria. Su preparación
es puramente teórica. En realidad, en los seminarios
se estudia y nada más. No se experimenta lo que se
aprende. Y ahora vienen los problemas.
Segundo punto: si de veras queremos realizar la
Misión, tenemos que proceder paso a paso y codo a
codo pastores y ovejas, oficiales y simples soldados,
aunados en el mismo ideal de dinamizar la Iglesia,
volviéndonos todos cada vez más activos, perspicaces
y apostólicamente más agresivos. Para los teóricos,
los flojos y los fatalistas no hay Misión.


ALEGRÍA


NUEVA OPORTUNIDAD




   

SEIS REGLAS DE ORO PARA LEER LA BIBLIA

 



La lectura de la Biblia es imprescindible para el católico del siglo XXI, que tiene a su alcance posibilidades que no se tuvieron en otras épocas de la historia. Recordemos las palabras de san Jerónimo: «Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo».

Aquí tienes unas reglas de oro que te facilitarán la lectura cotidiana de la Sagrada Escritura:

1. Leer la Biblia cada día. Esta es la regla de oro: leer la Biblia cada día, sin excepción. Leerla cuando uno quiera y también cuando uno no quiera. Como los alimentos, como el aseo personal diario.

2. Fijemos un tiempo para leer la Biblia. Puede ser por la mañana, levantándose temprano para leerla, antes de empezar las responsabilidades diarias y el movimiento y trajín de la casa, la escuela y el trabajo. Empieza el día leyendo la Palabra de Dios. La noche también un excelente momento. Busca el tiempo que sea más adecuado para ti.

3. Atención al tiempo que se dedica. Esta es otra regla de oro: fíjate un periodo de tiempo y sé fiel a él. Es mejor leer diez minutos al día, que leer largas horas durante la primera semana y desanimarse a los pocos días. Lee con la constancia de la gota de agua, que gota a gota va perforando la roca más sólida.

4. Elige un buen lugar para leer. Tener un espacio propio es maravilloso. Escoge un lugar donde haya cierta paz y quietud, que sea acogedor, pero que te permita concentrarte. Apaga el celular, la radio y la televisión; es decir, todo aquello que pueda distraerte.

5. Leer con un lápiz o una pluma en la mano. No se trata de leer por leer, sino de leer activamente, subrayando los pasajes que consideres más importantes y cualquier cosa que te llame particularmente la atención. Puedes usar una pluma de cuatro colores, para destacar las promesas, las órdenes, los principios eternos, lo que más te ayuda en tu itinerario espiritual.

6. Lee la Biblia con una actitud orante. No se trata sólo de leer la Biblia, sino de tener un encuentro personal con Dios a través de su Palabra. Es un diálogo entre tú y Dios. Él nos habla con su Palabra y nosotros respondemos con la oración, en sus múltiples posibilidades: oración de petición, de alabanza, de acción de gracias, etc.
Empieza hoy mismo a leer la Biblia, poniendo en práctica estas reglas de oro. Te ayudará a leer el Nuevo Testamento en un año. Escríbenos para conocer tu experiencia.

P. Jorge Luis Zarazúa Campa, fmap
http://zarazua.wordpress.com/
jorgeluiszarazua@hotmail.com

PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO ¡EN UN AÑO!

Fuente: www.apostolesdelapalabra.org

La Biblia en mi vida
Deseamos retomar un método sugerido por el P. Jonás Abib, presentado en su pequeño libro «La Biblia en mi vida diaria», editado por la Obra Nacional de la Buena Prensa. Como podrán darse cuenta, no se trata nada más de leer, sino de asimilar, de empaparnos del Nuevo Testamento y de enamorarnos del texto sagrado, que será así nuestra principal fuente de inspiración.
Para lograrlo, el P. Abib nos sugiere llevar un Diario Espiritual, con los siguientes elementos: Fecha, cita bíblica a leer, promesa divina, orden que Dios nos da, principio eterno, mensaje de Dios para mí, hoy y cómo aplicar estas enseñanzas a mi vida.

He aquí un ejemplo práctico:

Fecha. 15 de octubre de 2010.

Cita bíblica. 1Jn 1-2

Promesa divina. Es lo que se debe registrar primero. Recordemos que la Biblia contiene muchas promesas y que Dios es siempre fiel a los compromisos que hace con su pueblo (2Tim 2, 13).
Ejemplos de promesas:
Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es Dios para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda iniquidad (1Jn 1, 9).
Y ésta es la promesa que él nos prometió: la vida eterna (1Jn 2, 25)

Órdenes que Dios nos da. Si queremos obedecer a Dios, es importante conocer qué órdenes o mandamientos nos da Él en su Palabra.
Ejemplos de órdenes:
No amen ustedes al mundo ni a las cosas que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él (1Jn 2, 15).
Hijitos míos: les escribo esto para que no pequen (1Jn 2, 1a).

Principio eterno. Se trata de una enseñanza inmutable sobre Dios, el hombre, el cosmos y la salvación.
Ejemplos de principios eternos:
Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna (1Jn 1, 5).
Si decimos que tenemos comunión con él, pero caminamos en las tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad (1Jn 1, 6).

Mensaje de Dios para mí, hoy. En cada texto que leamos, debemos encontrar el mensaje que Dios tiene para cada uno de nosotros, a nivel personal. No lo que dice a otros, sino lo que me dice a mí.

Cómo aplicar estas enseñanzas a mi vida. Es la parte más personal y práctica del Diario. Hay que tomar decisiones concretas a la luz del mensaje que Dios tiene para mí cada día.

¿En qué orden debo leer los libros del Nuevo Testamento?
Te ofrezco aquí un Plan de Lectura que, sin duda alguna, te ayudará a leer el Nuevo Testamento en un año. No olvides que a medida que lo vayas leyendo, debes ir escribiendo en tu Diario Espiritual.
1Jn (leerla dos veces).
Jn
Mc
Las Cartas breves
de san Pablo
Gal
Ef
Flp
Col
1-2Tes
1-2Tim
Tit
Flm
Lc
Hch
Rm
Mt
1-2Cor
Hb
St
1-2Pe
2-3Jn
Jd
Ap
1Jn (leerla por 3a. vez)
Jn (leerla por 2a. vez)

Nota que la primera carta de san Juan y su Evangelio se leen tres y dos veces respectivamente, lo que nos permitirá asimilarlos notablemente, pues ofrecen un itinerario muy apropiado para ser discípulos de Cristo. Los demás escritos nos capacitarán para ser misioneros. Acuérdate de lo que dice san Marcos:
Jesús subió al cerro y llamó a los que Él quiso y vinieron a Él. Así constituyó a los Doce, para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar, dándoles poder (Mc 3, 13-15).
Así que primero hay que ser discípulos (estar con Él, empaparse de su vida, obra y doctrina) para después ser enviados (=misioneros) a predicar con poder, con la fuerza y la asistencia del Espíritu Santo (Hch 1, 8; Mc 16, 15-20).
Disfruta la lectura del Nuevo Testamento y compártenos tus experiencias. En el próximo número te presentaré un Plan de Lectura para que leas también todo el Antiguo Testamento. ¡Espéralo!

JUEGOS PARA MEMORIZAR TEXTOS BÍBLICOS

Voleibol bíblico


Recomendado para niños de 10 a 12 años, pero seguramente puede aplicarse a otras edades.

Materiales:
Biblia, pizarrón o pintarrón, gis o plumones, borrador, un globo y dos permios para los competidores.
Este juego es útil para ayudar a los niños a memorizar pasajes bíblicos de forma divertida, como se pide en nuestros libros para la catequesis al final de cada lección. No olvide tener globos disponibles para continuar el juego en caso de que el globo inicial se ponche o se aleje volando.

Instrucciones:
 
1. Escriba un pasaje bíblico en el pizarrón.
 
 2. Forme dos equipos y pídales que se coloquen en lados opuestos de una mesa, línea en el suelo o una cuerda atada previamente.

3. Lance el globo inflado a un equipo para que a su vez lo lance al equipo contrario.
Cada grupo puede darle máximo tres golpes al globo para enviarlo al equipo opuesto.

4. Si el globo cae al suelo o toca la mesa, el equipo donde está el globo lee en voz alta el pasaje bíblico.

5. Cada vez que se lea el pasaje bíblico, borre una palabra del pizarrón.

6. Al leer el pasaje bíblico, el equipo no sólo dice en voz alta lo que está escrito, sino también las palabras que se han borrado.

7. Continúe hasta que uno de los equipos tenga que repetir el pasaje bíblico entero de memoria.

8. Finalmente, dele a cada grupo un premio por ser buenos competidores.

CARTA ABIERTA A LOS SEÑORES CURAS ACERCA DE LA MISIÓN CONTINENTAL


Muy Señores Míos:


La gracia y la paz del Señor Jesús los acompañe siempre y los llene de santo celo por la causa del Evangelio.
El motivo de la presente es el deseo de compartir con ustedes algunas inquietudes acerca de nuestro papel en la Misión Continental, que ya está dando sus primeros pasos por todas partes. Como es fácil intuir, no se trata de un compromiso que tiene que ver solamente con los laicos comprometidos. Se trata de algo esencialmente eclesial, que por lo tanto exige la participación de todos: clero, laicado y vida consagrada. Además, una Misión de este tipo, para tener éxito, necesita tomar en cuenta todos los aspectos de la vida eclesial, no solamente el aspecto intimista de un mayor acercamiento a Dios de parte de los católicos alejados.

Estructuras de pecado
¿Qué podemos pensar al constatar el abandono generalizado de nuestras masas católicas? Parecen “ovejas sin pastor” (Mc 6, 34). Que algo anda mal entre nosotros. Alguien dirá: “¿Qué culpa tengo yo? Yo hago lo que puedo”. Así es, cuando se trata de algo que rebasa la responsabilidad de una determinada persona. En este caso se habla de pecado comunitario, en que nadie tiene la culpa y todos la tenemos.
Entonces, ¿por qué no hacemos a nivel de Iglesia el mismo tipo de análisis que acostumbramos hacer a nivel de Sociedad? En concreto, ¿qué pensamos cuando vemos a un grupo humano, una región o un país, sumido en la miseria y el abandono? ¿A quiénes en primer lugar responsabilizamos de la situación: a las masas populares o a las autoridades y las clases más pudientes? Pues bien, ¿por qué no hacemos lo mismo dentro de la Iglesia? ¿Acaso la Iglesia no es una sociedad y por lo tanto no está sujeta a los mismos riesgos que cualquier otro tipo de sociedad, donde los instalados y privilegiados del sistema no se preocupan y hasta se aprovechan de los demás?

Conversión institucional
Es lo que necesitamos con urgencia dentro de la Iglesia: algún signo visible, que hable a toda la comunidad católica de una actitud de conversión que venga desde arriba. Y vaya que en este aspecto hay mucho que hacer. Pensemos en el trato con los feligreses, en los malos testimonios de algunos hermanos, que manifiestan adiciones incompatibles con el ministerio, el manejo de los aranceles, etc.
Evidentemente esto no basta para crear un nuevo rostro de Iglesia, en que todos los feligreses sean debidamente atendidos y tomados en cuenta en el quehacer eclesial, a la luz de la Palabra de Dios. Para eso se necesitan cambios estructurales más profundos, que rebasan nuestras posibilidades concretas. De todos modos, en este momento y dadas las condiciones actuales en que nos encontramos, algo podemos hacer en esta línea y esto es lo que la comunidad cristiana espera con ansia de nosotros.

Encubrimientos
Ya es tiempo de acabar con ciertos rezagos clasistas del pasado, en que la casta sacerdotal parecía intocable, no obstante cualquier abuso que pudiera cometer en perjuicio de la comunidad cristiana. Ya en la sociedad existe una nueva sensibilidad al respecto, que no permite quedar indiferentes ante ciertos atropellos de parte de los que tendrían que dar ejemplo de equilibrio, ecuanimidad y justicia.
En la práctica, ¿qué pasa cuando un cura se porta mal y el pueblo se queja ante la autoridad competente? Que se le cambia de lugar, para que siga con lo mismo con otra gente. Así que, por lo general, para proteger a un cura desequilibrado, se sacrifican a enteras comunidades cristianas. En estos casos ¿por qué no se le suspende de una vez, hasta que no se rehabilite mediante un oportuno tratamiento y esté en condiciones de volver a asumir el cargo que le corresponde?
Que no se vaya a repetir el caso de los curas pederastas, que tanto daño han causado a la credibilidad de nuestra institución. Tenemos que convencernos de que toda paciencia tiene un límite y, al volverse insostenibles, en cualquier momento ciertas situaciones pueden explotar, con grave perjuicio de toda la comunidad cristiana.

Amenazas y castigos
Para que esto no suceda, a veces se acude a las amenazas: “Si me salgo de la parroquia, se van a quedar sin nada”; “Si no me obedecen, los voy a excomulgar”, a sabiendas de que no tienen ningún derecho para hacerlo y sin tener en cuenta si lo que piden los feligreses es algo correcto o incorrecto. Una prueba evidente de abuso de autoridad, que no admite razones: o rendición incondicional o castigo. Situaciones de otros tiempos, que aún persisten en algunos ambientes eclesiales y que es urgente desterrar una vez por todas como una muestra tangible de conversión de parte de la institución.
Y cuando ya se da el caso, se aplica el castigo: parroquias o pueblos sin atención pastoral durante algún tiempo como escarmiento por haberse rehusado a cumplir con los caprichos del señor cura. ¿Hasta cuándo?, me pregunto.

Católicos desprotegidos
Es un hecho que, con relación a la realidad eclesial, actualmente existen puntos de vista totalmente diferentes, según se vean las cosas desde la azotea o desde la calle. Los que miran las cosas desde la azotea, las ven muy esfumadas, todo color de rosa, que no compromete en nada. Con facilidad hablan de tolerancia, respeto y amor para con todos, como si viviéramos en el país de las maravillas.
Al contrario, los que miran las cosas desde la calle, las ven muy diferentes: constantes cuestionamientos de parte de la competencia, humillaciones y extrema inseguridad de parte del católico. Muchos, en la misma familia y entre los mismos parientes y compañeros de trabajo, cuentan con gente que ya se cambió de religión y no deja de molestar a cada rato con el pretexto de las imágenes, el bautismo de los niños y tantas cosas más.
Ante esta situación, me pregunto: “¿Qué nos está pasando? ¿Acaso no nos damos cuenta de que nuestros feligreses se encuentran totalmente desprotegidos ante los ataques sistemáticos y capilares de los grupos proselitistas, cuyos miembros a veces se encuentran en la propia familia? ¿Cómo es posible tratar de resolver el problema, aconsejándoles que simplemente no les hagan caso, les cierren la puerta o les hablen del amor de Dios? ¿Por qué no hacer todo lo posible por ayudar a nuestra gente a prepararse adecuadamente para poder vivir su fe con dignidad y sin zozobras en un mundo plural y tan conflictivo como el nuestro? ¿Acaso nuestros feligreses no tienen derecho a recibir una orientación precisa de parte de sus pastores, cuando la duda los atrapa y ya no saben qué hacer? ¿Es tan difícil darse cuenta de que la receta ecuménica no siempre es adecuada para enfrentar la problemática actual? ¿Por qué tanta fobia hacia la apologética, considerada como cosa del pasado?”
En realidad, nunca como ahora la apologética ha sido tan urgente y necesaria. De hecho, nunca como ahora el pueblo católico se ha encontrado tan cuestionado y atacado de parte de los que tienen otras creencias. Y nosotros, bien campantes con nuestro malentendido ecumenismo, abandonando a su suerte a nuestra gente y dejando cancha libre al lobo feroz. En lugar de buscar a la oveja perdida (Lc 15, 4-6) y fortalecer a la débil (Ez 34, 4), preferimos hablar de libertad (que cada una es libre de ir adonde quiera) y convencerlas de que en fin de cuentas el lobo no es tan malo como lo pintan y que en el fondo se trata de otro tipo de pastor (Cf. Jn 10. 10ss).
Pretendemos tapar el sol con un dedo, tratando de liquidar con pretextos ingenuos un problema demasiado grave, como si nuestros feligreses fueran tan torpes que no se dieran cuenta de que están siendo abandonados por sus pastores, que, en lugar de velar por el bien del rebaño (1Pe 5, 1ss; 2Pe 2, 1ss), están preocupados por quedar bien con todos y no meterse en problemas.

Pecado contra el Espíritu Santo
A veces me pregunto si no estamos pecando contra el Espíritu Santo. En realidad, ¿en qué consiste el pecado contra el Espíritu Santo? En encerrarse en uno mismo y rechazar toda evidencia en contra de la propia manera de actuar, pase lo que pase. El pecado que cometieron los “sabios y entendidos” del tiempo de Jesús, que, no obstante todos los “signos”, se resistieron hasta el final, con tal de no dar su brazo a torcer, causando el más grande desastre para su pueblo.
En nuestro caso, ¿qué estamos esperando para cambiar de rumbo? ¿Que primero toquemos fondo, permitiendo que poco a poco vayan desapareciendo por completo nuestras masas católicas, fagocitadas por la competencia? Mientras tantos, nos aprovechamos de ellas, dándoles comida chatarra y sacándoles lo necesario para los frijolitos y algo más.

¿Basta con el mandato?
Para despertar de este sueño (¿o pesadilla?), en que vivimos, tenemos la grande oportunidad de la “Misión Continental”. A condición de que la tomemos en serio y no limitemos nuestra participación a conferir el “mandato” a los laicos que se van a comprometer en ella, descargando sobre ellos toda responsabilidad al respecto.
Si queremos hacer las cosas en serio, no nos queda que imitar el ejemplo de Jesús, el misionero del Padre, que primero formó a sus discípulos, conviviendo con ellos (Mc 3, 14), y después los envió a evangelizar el mundo entero (Mc 16, 15), bien entrenados y con instrucciones bien precisas (Mt 10, 5ss; Lc 10, 2ss), imitando su ejemplo. (Ver “Listos para la Gran Misión”, un folleto que acabo de escribir acerca de la Misión Continental).
O todo se vuelve rutina y pura pantalla, sin una verdadera incidencia en la vida eclesial. Como en el pasado ya sucedió en distintas ocasiones.

Cambios urgentes
Además, si queremos arrancar con la Misión Continental bajo los mejores auspicios, considero de suma importancia poner en práctica de inmediato estas dos sugerencias:
1.- Desligar de toda tarea material (rifas, kermeses, tamales, etc.) a los laicos comprometidos con la evangelización. Que los demás se encarguen de este aspecto, no olvidando la recomendación de Jesús: “Que los muertos sepulten a sus muertos. Tú ve a anunciar el Reino de Dios” (Lc 9, 60).
2.- Desterrar de una vez de nuestros ambientes la mala costumbre, aún vigente en algún lugar, de buscar fondos económicos organizando fiestas con baile y borrachera. Que la autoridad competente intervenga con todo el peso de la ley para que esto no se vuelva a repetir por ninguna razón, tratando de no dar a nadie motivo para desacreditar nuestro ministerio.

Conclusión
Sin duda, y con toda razón, no faltará alguien entre ustedes que, al leer esta Carta Abierta, se sentirá molesto, convencido de estar haciendo todo lo que puede en orden a la Misión Continental. En este caso, no se preocupe. Siga adelante, sin desmayar. Posiblemente encontrará algún detalle que lo pueda ayudar a mejorar las cosas. Qué lo aproveche.
Para los demás, ciertamente estas sugerencias les podrán resultar de suma importancia, para el éxito de la Misión Continental. Sepan que cuentan con un recuerdo especial en mis oraciones, para que su compromiso misionero se vaya fortaleciendo cada día más por la acción del Espíritu y consiga frutos siempre más abundantes.
Unidos en la oración y en el mismo ideal misionero.

Tapachula, Chis., a 18 de enero de 2010.
Atentamente.
P. Flaviano Amatulli Valente, fmap